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sábado, 10 de abril de 2010

05 DE ENERO DEL 2009: EL INICIO DEL FIN…CONTINUACIÓN ... PARTE FINAL

Aproximadamente cinco días después que a mi mamá le detectaron el mal y ya estando para que la trasladen supuestamente en ambulancia al Hospital Engardo Rebagliatti en Lince, digo supuestamente porque la Clínica Maisón de Santé no nos apoyaron con el traslado, solo la asistenta social nos dio S/50.00 par el pago de un taxi; es que Madezha me llamó por teléfono ante un correo general que mandé a mis contactos, en que manifestaba el momento que estaba pasando.

Madezha fue una compañera de colegio que nos conocimos en abril de 1970 y que a primera vista me impresionó por su dulzura en su trato, su desprendimiento para ayudar al que lo necesitaba y sobre todo que me gustaba, especialmente sus pecas en su rostro. Fuimos –creo- buenos amigos con sus altas y bajas en que por espacio de 10 años traté a que fuera mi enamorada. Pero no lo conseguí. Por dedicarme tanto al fútbol otros se me adelantaron y ella aceptó, lo cual, mi alma la tuve destruida especialmente en los años 1975 y 1976, los años en que el deporte y Led Zeppelín aplacaban mi frustración.

Sin embargo con mi mamá se llevaban bien porque en muchas ocasiones cuando llegaba a casa a mi mamá siempre la sorprendí conversando con ella. Y mi mamá fue esquiva, nunca me contaba de qué conversaban, más bien procedía en incidir a disciplinarme en mis estudios, de la cual en más de una ocasión Madezha me expresaba su preocupación de lo desastroso que era mis notas escolares y trataba de visionarme a lo que sería mi futuro si no tomaba atención a lo que en ese momento hacía.

Pero bueno, volviendo al tema de mi mamá, Madezha llamó y a boca de jarro me preguntó si ya estaba listo para el cumplimiento de el último deseo de ella, si tenía listo su testamento y sobre todo si ya estaba preparado para asimilar su muerte.

Al escucharla me pregunté ¿dónde está la Madezha que conocí hace 39 años?, y rápido me di mentalmente la respuesta: su viaje a España la cambio totalmente, siendo mucho más radical y realista, porque no esperaba un consuelo, pero al menos unas palabras de aliento y de lucha o esperanza que en ese entonces tenía para afrontar la situación.

Pero no fue así. De la misma manera que ella me habló yo también le respondí fortalecido por esa esperanza que internamente tuve, porque de alguna forma mi vida fue un milagro por la situación en que estoy.

Y yo creo en los milagros.

Fue la penúltima vez que hablé con ella. La última fue cuando mi mamá ya había sido sepultada y creo que por curiosidad quería saber que iba a hacer. No le di respuestas concretas sino generalidades por el estado emocional en que estaba. De alguna forma y a su manera cumplió con este pensamiento que muy pocos los cumplen: “Los verdaderos amigos son los que vienen a compartir nuestra felicidad cuando se le ruega, y nuestra desgracia sin ser llamados”, (D. Falera).

¿CUÁL FUE LA ACTITUD DE AMELIA ANTE MI PEDIDO?

En la primera parte de este testimonio nos quedamos en esta interrogante, ¿recuerdan?. Pues bueno, fue una actitud maravillosa y ejemplar que todo ser humano debería imitarlo.

“¡Ya, si puedo!, ¿a dónde, para cuándo, ahorita ...?”, fueron sus primeras expresiones que me fortalecieron internamente con el cuerpo escarapelado creo de la emoción, porque la persona a la que dejé al último me dijo si. Y con ella inicié una lucha interminable de conseguir sangre a mi mamá a fin que su organismo tenga los glóbulos rojos necesarios para vivir.

Y Amelia donó. Nos reunimos en estas circunstancias angustiosas como en nuestros mejores tiempos cuando salíamos a diversos lugares, pero el Seguro Social ... ese bendito seguro es una desgracia en la atención hasta para donar sangre. La pobre tuvo que estar casi tres horas en esta gestión, y yo aproveché –porque era casi mediodía- en verla a mi mamá. Para mi gran sorpresa fue que ella se había levantado con mejor semblante estaba sentada en un sillón observando por la ventana la calle.

Muy recuperada la vi y le conté que Amelia estaba abajo donando sangre. Cuando me escuchó su cara sonriente cambió a la de seriedad, luego de preocupación y de tristeza y solo me dijo: “Supongo que ahora que amistaste con ella la llevarás a almorzar o a que tome un buen lonche ...¿no?”.

Interpreté ese cambio porque ella “se las olió” lo que en el futuro cada dos semanas tenía que hacer: conseguir donantes.

Mi mamá nunca pensó que estaría abocado en esta tarea, y creo que a ella le preocupada por el esfuerzo que realizaba, por ir a trabajar en horas no completas y en gestionar ante el seguro una mejor atención y recabar información sobre las perspectivas de una posible recuperación, en conseguirle su mejor ropa, en proveerle de sus implementos de aseo y otros que era considerado necesarios.

Amelia se había quedado dormida, ya habían pasado más de tres horas y no quiso ni almuerzo ni lonche, tuve que forzarla a que consumiera un sándwich y una gaseosa porque –según ella-, estaba llena.

Con Amelia las puertas de la esperanza se me abrieron. Luego siguieron mi primo Justo, mi prima Martha; Ana, por su parte consiguió dos cuartos de sangre que el banco del seguro le debía, lo que pude lograr de este modo completar por decirlo así el primer lote de donantes.

Pero faltaba aún más porque las defensas de mi mamá se debilitaba. Los glóbulos blancos “se devoraban” a los glóbulos rojos; la leucemia era fuerte y según los médicos del seguro nada se podía hacer. Ni quimioterapia –por su avanzada edad-, solo fuertes y costosos medicamentos el Seguro podía proporcionarle pero estando en casa para evitar un mayor dolor.

Para ellos los médicos era ya cuestión de días, hecho que no asimilé, no lo quería creer, los tildé de incompetentes al Seguro. Se pensó su retorno nuevamente a la Maisón de Santé en que esta vez si nos proporcionaron una ambulancia, debido que el Seguro Social “no tenía disponible” una hasta la noche.

Y mi mamá ya quería irse a la que siempre consideró su casa por haber laborado casi 50 años en dicho centro hospitalario. Regresó pasado el mediodía después de estar casi 18 días, notándose en ella un semblante de tranquilidad y alivio, sabiendo que iba a ser mejor atendida por el personal que trabajó siempre con ella.

Gracias a mi prima Martha se logró este anhelo de ella acompañándola en la ambulancia y yo esperándola en emergencia para recibirla con las gestiones ya terminadas que mi mamá iba a regresar al cuarto donde estuvo desde el principio.

Mi hermano David, que en ese entonces por motivo de trabajo estaba en Ecuador, monitoreaba estos hechos de alguna manera por sus correos enviados intentó prepararme lo que iba a ser el desenlace. No le hice caso.

El, preocupado también por esta situación, sobre todo que se necesitaba más donantes, pidió la ayuda de Paola. Lo maravilloso de ella fue que residiendo en Huanuco, tuvo la valentía de venir de inmediato a Lima a fin de ayudarnos, a pesar de las lluvias en la carretera central que por ese entonces veía azotando en diversas zonas de la sierra.

Paola llegó un viernes en la noche y al día siguiente en la mañana ya estaba donando sangre. Conoció a mi mamá, ella de manera conmovedora le agradeció por el noble gesto y se pusieron a conversar porque al final de cuentas recién se conocían. El domingo en la noche en que Paola

partió a su destino –porque al día siguiente tenía que trabajar-, mi mamá como muestra de aprecio le dio un presente.

Pero faltaba más donantes, el mal avanzaba, siempre mi mamá tenía temperatura que sobrepasaba los 38º grados y ya me preocupaba debido que la doctora de turno solicitó las “plaquetas”, para inyectarla en sus venas. Esto consistía que una persona que tenía que estar seis horas en consultorio donando sangre, para descomponerla y hacerle un medicamento adicional mediante células de laboratorio para reforzar el aparato inmunológico del paciente a fin que el mal no debilite de manera rápida sus defensas.

Y esto tenía que hacerse en el Seguro Social.

Mi pregunta fue: “¿y ahora qué?, consulté con mi hermano a ver si tenía conocidos que nos pudiese ayudar. Me dio referencia de dos médicos compañeros de estudio. No pudieron hacer nada.

Quedaba yo, a pesar que anteriormente me señalaron que por los medicamentos que tomo ya no podía donar sangre, pero iba a arriesgarme, a fin de tener las plaquetas, estando listo para ello en 15 días, pero el médico de cabecera dio marcha atrás señalando que ya no era necesario y que solo con transfusiones se trataría de mejorar su calidad de vida.

¿De donde conseguir más donantes?. Del cielo apareció Jorge Curzo, regresando de Estados Unidos por un episodio triste: la pérdida de su hijo; de la cual mi mamá nunca se enteró a fin que no se deprimiera.

Jorge visitó a mi mamá, él conmovido por la situación y ella por verlo después de tanto tiempo y pensando que su hijo se había recuperado, lo significó que se aferrara de alguna esperanza. Conociendo la situación de la falta de donantes Jorge –que es jefe de una sección del servicio de vigilancia- se convirtió en mi “banco de sangre”, salvando de este modo un gran escollo, una gran dificultad al pedir a su compañeros de trabajo a que lo apoyasen en esta acción humanitaria.

Fueron 12 personas, compañeros de trabajo de Jorge y desconocidas para nosotros. Para estas personas anónimas aprovecho en este blog en reiterarles a nombre de mi mamá, mi hermano y el que escribe mi agradecimiento profundo por sus actos de altruismo y desprendimiento, de la cual, desde el cielo al amparo de Dios mi mamá los estará protegiendo porque interpretaron el contexto de la Biblia y las enseñanzas de Cristo que podría resumir en esta línea: “estuve mal y me ayudaste”.

Por los constantes cambios en su temperatura mi mamá también cambiaba su sentido del humor, a veces estaba bien, a veces mal, a veces quería comer, a veces se le antojaba algunas cositas como gelatina o galletas, o me mandaba a comprar gaseosas y galletas para las enfermeras que lo atendían bien. Con ella veía la serie “Comisario Rex” o los partidos iniciales de Universitario en su participación en la Copa Libertadores, porque mi mamá era también hincha de la U, y se sentía orgullosa de ser una de las privilegiadas en ir al Estadio Nacional a ver la despedida de Lolo Fernández, en aquel legendario partido que se la ganó a la Alianza Lima por el score de 4 a 2.

Recibía visitas de mi familia, de sus amistades, se animó a cortarse el cabello, a tratar de arreglarse su dentadura, pero este último no se pudo por el temor a un desangrado que no se podría controlar.

Se comunicaba por el celular con mi hermano, me parece una vez con mi sobrino que estaba al noreste de Huánuco, con otras amistades y familiares y diariamente conmigo en la mañana y en la tarde a fin de saber ambos cómo y dónde estábamos, porque siempre fue así desde que tuvimos ambos celulares a fin de controlarnos o de hacer pedidos.

No se o no daba muestras de vencimiento o fatiga, o los fingía para no preocuparme. Igualmente hacía lo propio en mis quehaceres diarios y quizás para mayor tranquilidad de ella, Amelia se apareció en el cuarto a visitarla y a decirle de sus propios labios que había limpiado mi casa.

El rostro de mi mamá cambió a la de paz y de ternura hacia ella como gesto de agradecimiento, quizás haciéndose la idea que Amelia iba a estar pendiente de lo que podía necesitar o en ayudarme no solo materialmente, sino de modo espiritual y de compañía permanente una vez que ella desapareciese físicamente y me quedara solo.

Es mejor que se haya ido con esa idea y no con la pregunta: “y ahora mi hijo con quien se quedará ...quien lo ayudará a hacer sus cosas ...quien le controlará sus medicamentos, su alimentación, ...quién le preparará su baño ...etc”; me imagino. Por ello me pidió que también a Amelia, al igual que a Paola, le diera un especial obsequio.


LOS ULTIMOS DIAS

Se acaba el mes de marzo y mi preocupación adicional era el Escarabajo en lo concerniente que iba a pasar su primera revisión técnica. Le comenté ello a mi mamá, a lo que me aconsejó que esperara a una revisión adicional, es decir, que primero pasara la revisión técnica y si detectaran fallas entonces con esa seguridad iba a la factoría “Pucar” a subsanarla. Fue el sábado 04 de abril que el Escarabajo aprobó la revisión técnica en el cono norte del Naranjal en San Martín de Porres, con la observación que se le cambiara las luces delanteras.

Contento regresé a la clínica y mi mamá estaba durmiendo hasta que sintió mi llegada. Cuando me vio y me preguntó que tal me fue le dije que salió todo bien.

Mi mamá sonrió y siguió durmiendo. Me quedé con ella hasta altas horas de la noche.

La Semana Santa la pasamos tranquilo a excepción de un hecho que me llamó la atención pero que no lo asimilaba. Ocho días antes de su partida mi mamá pidió a sus ex compañeras de trabajo al capellán de la clínica para que le diera la extremaución.

Este acto litúrgico duró hora y media, el cual, no pensé que podía ser grave sino de una precaución ante una grave recaída. Y mi mamá hasta el final no la tuvo, mantenía su carácter, el don de mando al ordenarme sus asuntos y pensaba siempre en alcanzar en ver a sus nietos y a mi hermano.

Pero, el sábado de gloria algo empezó a fallar lo que iba a generar su definitiva partida; se le subió la temperatura, ya no tuvo tantas defensas y estaba débil y sin ganas de probar algún alimento. La última transfusión de sangre iba a generar pocas esperanzas a pesar que ella ya no quería seguir con este tratamiento por su sufrimiento en los pinchazos y agujas.

Tuve que rogarle y hasta exigirle que accediera, firmando como siempre en el tópico la última autorización de esta transfusión, haciéndose este en la madrugada cuando ella estaba dormida.

Relativamente tranquilo regresé a casa, para estar al día siguiente nuevamente con ella hasta altas horas de la noche en que se sentía muy mal. Yo no me hacía la idea que se iba a morir, que lo iba a superar.

El lunes ohhhhh.... sorpresa, estando temprano como siempre en su cuarto antes de irme al INABIF, la encontré sentada, de buen semblante y sola aseándose. Le pregunté: “¡Ohhhh...que bien que se te ve!, ¿nos vamos ya para la casa?”. Ella sonrió y me respondió: “hijito...¿cómo estás, cómo dormiste?...se te ve cansado y preocupado”...¿qué tienes?.

Era lo del asunto de su pensión, la cual, su firma tenía que legalizarla ante una notario para que lo pueda hacer. La orden anterior de mi mamá fue que nada le regalara al seguro, que era su dinero y que se iba a destinar a gastos como siempre ella lo hacía, en la que yo ejecutaba los pagos que tenía pendientes.

La Notaría Canelo en Pueblo Libre (buena notaría con especiales servicios), fue la que constató primero que mi mamá estaba con vida y segundo ella que pudo firmar el documento autorizándome a realizar su último cobro. Esto fue el día lunes al mediodía, pero ya en el atardecer cuando regresé mi mamá ya tenía pequeñas complicaciones en la respiración y su temperatura no bajaba de 38 y medio. Me quedé casi hasta las 2 de la mañana en que se estabilizó mas o menos su salud y me rogó que me regresara a casa a descansar.

Regresé y no me acosté, dormí con el terno, escuché música de Elvis para distraer mi pensamiento y temprano del día martes regresé a su cuarto. Ella ya no estaba bien, muy poco me hablada pidiéndome que terminara la gestión con el seguro lo antes posible para que cobrara su pensión. Cualquier emergencia ella me iba a llamar por el celular.

Con el Escarabajo estuve entre el INABIF, Seguro Social y el Banco de la Nación terminando con las gestiones; hasta las 14:00 horas ella me contestó por el celular diciéndome que todo estaba bien, que no me preocupara, notándole un pequeño esfuerzo de ella al hablar. Después de las 16:00 horas ya no contestaba su celular.

Estando en el INABIF, a la salida “disparado” me fui a la clínica. Mi mamá no me hablaba mucho y estaba un poco desmejorada siempre con la temperatura alta. Me rogó a que nuevamente me fuera, pero solo le hice caso al ver que había mejorado un poco.

El miércoles 15 de abril del 2009 será el recuerdo permanente de un ser, de una persona que me dio la vida, que me alimentó, me vistió, me protegió, me mimó, etc; al verla a las 7 de la mañana quedaban 06 horas con 15 minutos para que mi mamá se despidiera para siempre. Yo me quedé sorprendido. En la madrugaba, según me cuentan las enfermeras empeoró su salud y estaban en duda en llamarme, pero no quiso mi mamá.

Al verla estaba con oxígeno y con tubos dentro de su boca, pero estaba aún consciente. Me miró preocupado y me pidió que le comprara alcohol. Fue la última vez que hablé con ella porque después me dijo “ándate”. Opté por buscar mayor información y el médico de turno me señaló que estaba en “grave riesgo” y que si su organismo no respondía a este tratamiento que ya vaya pensando en una final despedida.

Rápido fui al INABIF a marcar mi entrada y escribir un imail urgente a Martha, Ana y a mi hermano el cual describo lo sucedido y despidiéndome con esta frase: “tengo miedo”.

Fui al Seguro a terminar con la gestión pendiente de su pensión y al mediodía regresé a la clínica donde me encontré con Ana y Gustavo, pero, cuando fui a ver cómo seguía mi mamá la pobre estaba con un sufrimiento que ... para que les voy a describirlo: me dio miedo mirarla porque nunca la vi así en un estado angustioso. De golpe se me subió la presión, tuve ganas de ir al baño, me faltaba la respiración, mi organismo se descompensaba rápidamente que con las justas llegué.

Estando adentro las fuertes pulsaciones que tenía comenzaron a disminuir, los mareos comenzaron a desaparecer y en orinar y chupar el Diazepan comencé a recobrar nuevamente mis fuerzas y a estabilizar mi organismo.

Cuando salí fue un cuadro desgarrador e indescriptible. Ana y Gustavo valientemente estuvieron allí. ¡Mis bendiciones y agradecimiento profundo por reemplazarme!. Fue fuerte mi impresión que de la noche a la mañana ahora lo tenía que asimilar y esperar el cualquier momento el descenlace. ¿Descenlace?, fui donde el médico que la estaba tratando, confirmando que solo depende de Dios que esto mi mamá lo supere, pero que era muy difícil, ya no tenía defensas.

Confiaba remotamente en un milagro, mi mente estaba con todos los pensamientos buenos y malos y mi cobardía de no estar a su lado en sus últimos momentos determinaron a que me fuera a hacer cualquier cosa confiando en Ana y Gustavo, confiando en un milagro, confiando a que mi propia madre me llamara por el celular para tranquilizarme y decirme que todo está bien.

Tenía al Escarabajo como mi compañía más cercana y me preguntaba “¿que hago?, ¿a donde vamos?, ¿que hacemos ahora? ...no dices nada, te quedas callado”.

Ese fue mi delirio, y estaba manejando sin saber hacia dónde iba, y terminé en el Banco de la Nación en Pueblo Libre.

Con la carta poder pude cobrar la pensión de mi mamá, siendo la 1:14 de la tarde en que mi celular empezaba a sonar de manera insistente. Tres llamadas no contesté porque estaba dentro del banco, pero a la salida entró la cuarta llamada y ya estaba dentro del Escarabajo.

Era Jorge quien me dijo: “Manolo ...hola.... ya fue ....manolo ya fue ...estate tranquilo y mis más sentido pésame ...tu mami se fue tranquila, no sufrió ... acá con Ana estamos ...”.



Golpeé el timón y solo atiné a decir: “P......¿por qué Dios mio tuvo que suceder así las cosas?. No lloré -hasta ahora-, lo más sereno y tranquilo posible regresé al INABIF a avisar solo a mis compañeros de trabajo de mi oficina que mi mamá había partido, que la noticia no trascendiese solo a los jefes que preguntasen por mi.

Diez minutos estuve, y regresé a la clínica a verla, y felizmente que la encontré aún en su cuarto, lista para ser trasladada al mortuorio. Pedí que me dejaran un rato con ella y solo le destaparon su cabecita.

La agarré con cariño, con ternura y le dije “viejita linda, ya dejaste de sufrir, ahora estarás arriba mirándome cómo te contemplo ...¿cómo habrás sufrido?, me la hiciste bien, no me advertiste nada de lo que iba a pasar, ¿que ganaste con ello?, ahora ¿que haré yo solo aquí? ....¡ay mamá, te haz ido ....!”. Su cabecita estaba tibia y frágil. La leucemia lo había consumido y yo idiota no me daba cuenta o no quise darme cuenta pensando que como mi mamá siempre fue fuerte esto lo iba a superar, por que ella rara vez se enfermaba.

Los que lo hayan visto a mi mamá, Amelia sobre todo: ¿tendré razón o estuve equivocado?, de ser lo último, ¿por qué no me lo advirtieron?. Solo mi hermano a la distancia lo hizo, pero no fue persistente.

Martha ya había llegado al cuarto y comenzamos a preparar las cosas de mi mamá para desocuparlo. Estando ya en mi casa me ayudó al ubicar el “´habito morado” del Señor de los Milagros, prenda con el que iba a ser enterrada en el cementerio de Huachipa de Mafre, cuyos servicios los tomé no pensando que esto iba a pasar de pronto, sino en largo tiempo, en unos 20 años por decir cuando mi mamá llegara a los 100 años.

En fin.

Con mi primo Justo -gracias por tu apoyo incondicional-, me ayudó con el inicio de los trámites para el velorio y la sepultura, a Ana por haber logrado el sitio donde iba a ser velado: el Seguro Social (deseo de mi mamá), a mi tía Lucila por vestirla y ponerla “buenamoza”, a Amelia que a cada rato llamaba para saber cómo yo estaba y ...el resto de las personas, compañeros de trabajo y familiares que fueron al velorio, sepelio y a la Cripta de la Iglesia María Auxiliadora, y además, que con sinceridad rezaron por su alma, especialmente los que se encuentran fuera del país; mi profundo agradecimiento en acompañarme en un momento especial de tristeza, de nostalgia, de resignación de ver perder a mi mamá, confiando en ganar con ello el paraíso, promesa celestial de Cristo.

¿QUE QUEDA?

Han pasado un año de su partida y he sobrevivido a ella. La vida ya no es igual que antes, ya no tengo la misma alegría ni la esperanza que siempre tuve, la resignación cada vez más se apodera de mi mente, el sentido de lucha ya no le encuentro sentido porque todo se acaba, todo se termina, todo se aleja y me quedo solo.

Momentáneamente fui feliz en México, cuando llegué a Lima, nuevamente los problemas y preocupaciones me dieron el alcance, no tengo nada que esperar de los demás y solo luchar en no dar un patético final de lástima y pena.

Por este motivo se me ve muy poco, dejando abierta la comunicación del imail, mi celular y el teléfono fijo.

Estoy muriendo de a pocos porque voy en descenso, y nadie va a querer a una persona con esa personalidad. Mi generación desaparece y lo que hemos luchado de nada ha servido. Empecemos por Acción Popular ¿cómo está ahora?, a punto de extinguirse, no tenemos peso político porque


descuidamos los cuadros, lo ético y lo moral. Allí un fracaso.

Con mi colegio, especialmente con los ex alumnos … ¿qué tenemos, qué logramos?, nada. Estamos extinguidos y separados, esperanzados siempre que la sociedad, el gobierno cumpla con las leyes vigentes en beneficio de los discapacitados.

Con Amelia el sueño ha terminado debido que seguimos rumbos diferentes. Cada vez que iba a su casa no la encontraba, su hermana o sus sobrinas me señalaban que fisitaba a alguien o que estaba trabajando los domingos. Yo en voz alta señalé que siempre que vengo no la encuentro, a lo que Vania, la sobrina menor me respondió: “es que mi tía trabaja más que tú”.

Con esta respuesta me dejó callado, recordando siempre que los niños siempre dicen la verdad. Hubiese deseado en convivir con ella y en ayudarnos mutuamente; ella con su compañía y yo dándole la seguridad para que pueda vivir sin apremios.

El cariño existe entre ambos, pero es diferente; uno es de amistad y otro es más allá de ella. Amamos nuestras libertades y no queremos tener hijos (como una vez conversamos visionando un posible futuro), lo que un poco facilitaría las cosas, pero su viaje a Europa por un mes lo ha cambiado con otras perpectivas y sueños en que no estoy invitado.

Sueños ya no puedo aspirar y participar porque vivo en una generación que no me corresponde, vivo en un tiempo que ya pasó, que ya gocé, que ya disfruté; y solo me queda en pagar la factura que la vida me ha dado. Si no pude sembrar para tener buena cosecha ahora es tarde para buscar otra oportunidad porque la competencia en fuerte.

Solo mi lealtad, sinceridad y honestidad son mis únicas banderas de lucha para hacerle frente a la vida, para superar lo malo que siempre me rodea, para estar contento en las pocas ocasiones que se me presentan.

El estar en México me hizo muy bien, el próximo año espero estar en Graceland en los Estados Unidos, la casa de Elvis Presley. Ese es mi sueño más próximo, por ahora la prioridad es cuidar mi salud a fin que no me vea sorprendido con mi recaida.

La postpolio hace su trabajo de desgaste en nuestros organismos, cuya investigación al Estado no le preocupa. Si fuera un gobierno de Acción Popular, yo estaría a la cabeza de profundizar dicha investigación para mejorar la calidad de vida de los discapacitados.

Por ahora al no tener el Escarabajo (que coincidió con las fechas de la enfermedad de mi mamá), me estoy tomando la libertad –cuando era joven-, de probar vino y pisco, para escapar por breves horas de la realidad. Al final de cuentas el taxi hace el trabajo de movilizarme cuando me paso en copas.

Este es pues la última vez que narre estos acontecimientos tristes. El duelo público ha terminado, el duelo interno lo llevaré para siempre, esperando quizás una quinta aparición de mi mamá a pesar de su advertencia cuando me dijo: “Si sigues contando esto ya no volverás a verme”. Su alma quizás en esos instantes no estaba descansando por su preocupación de los momentos en que estaba deprimido, quizás ahora con las libertades que me estoy dando ya mi mamá no me visitará, dejándome a mi suerte las cosas que me puedan pasar, como el caso del Escarabajo, cuya fuga de hidrolina aún no puede ser controlada.

Mi vida sigue entre el bien y el mal, al igual que Elvis, tenemos base religiosa para cumplirla, pero la debilidad de la carne y las dudas de los ideales hacen poco a poco mella de nuestras mentes.

A Elvis le pasó, optaba por una vida fuera de la ley de Dios a pesar que casi todos los días leia la Biblia y se arrepentía de lo que hacía al desfogarce entre sus amigos más íntimos y de la infancia llorando, con la desesperación de ayudar a locas a casi toda persona que se le presente, muchas veces al que no necesitaba.

Si antes ese es una lección en la vida de Elvis para tenerlo en cuenta y no seguila, hoy creo que estoy en el mismo camino, porque al igual que él, miro atrás y me da pena lo que dejé, lo que desaproveché, lo que pequé en las acciones de omisión.

La vida al transcurrir será testigo de cómo termine, solo pido que se me juzgue por las buenas acciones que tuve, por la sinceridad en mis sentimientos y la lealtad de esto con Amelia, con la honestidad de mis actos. El resto debe ser borrado porque al final de cuentas no dejo mucho, no trancendí como yo hubiese querido, no encajé como hubiese deseado.

Este es el final de lo escrito acerca de mi mamá. A partir de hoy el perenigraje para encontrarla será solo porque si desean acompañarme el precio será muy alto.

¡Dios bendiga a mis padres, a mis familiares, amigos y demás que ya no están con nosotros!, pero: ¿lo volveremos a ver algún día?.

Quien sabe, la fe tiene la respuesta.

Hay que ser bienaventurado por ser pobre de espíritu y estar purgando tus penas aquí, con tus dolores físicos y tus pensamientos confundidos.

No podemos ser la luz del mundo en estas condiciones. Nadie te acompañará.

En fin, este es una larga historia que confié en contarles a ustedes para que estén preparados a superarlos sin angustias. Yo voy a asumir la aptitud de cargar mi cruz, la cruz de Cristo que muchos de nosotros huyen, que no la quieren ver y les da terror porque significa muerte. Yo la cargaré con respeto, devoción, con esperanza y con el grito ¡ADELANTE!, porque habrá penas y amarguras que habrá que saber asumir, pero también alegrías y satisfaciones de un deber cumplido de ayudar al necesitado de acuerdo con mis posibilidades o de luchar por una sociedad mejor y justa o en hacerme a un lado si un sentimiento no es afecto a mi o mejor dicho que he perdido en encontrar una mujer que comparta por el resto de mi vida lo que soy: un ser humano que a diario lucha por mejorar su trabajo, sus relaciones personales, en hacer feliz a los demás.
Aviso, como en el año 1973 a 1980 que nuevamente la "era de Lulo" ha llegado, como en tres décadas pasadas que nadie daba un céntimo por mi si culminaba la secundaria, a excepción de mi mamá y mi hermano. En la "era de Lulo" habrá sorpresas, y no se sorprendan de lo que haga; ya lo demostré brevemente cuando me fui a México, de repente recorreré el país para repotenciar Acción Popular en el 2011 o estaré en Graceland, la casa de Elvis.
Habrá sorpresas si el físico y la salud lo permiten, ya no escucharán ni leerán de mi lamentos, sino voces de protesta porque en el Perú hay muchas cosas que cambiar, y esto se tiene que hacer gritando con la razón para que los neófitos e ignorantes te escuchen. Nada tengo que perder, la suerte está echada, mis padres, amigos, Belaunde, Elvis, etc; ya son recuerdo y Amelia tiene una mejor compañía porque así lo decidió, que al final me dará la más absoluta libertad para actuar, para poder encontrar el sendero de honestidad, sinceridad, justicia, paz y bienestar en libertad, porque de este modo habré justificado mi existencia.
El duelo ha terminado públicamente el 17 de abril del 2010, ya no escucharán más a mi mamá, salvo cada cinco años, el duelo lo llevaré internamente para siempre, mi cruz solo lo cargaré al igual como a diario lo hago con mi cuerpo hasta donde pueda, mientras tanto ¡prepárense! que la lucha por vivir dignamente ha llegado para decidir nuestros destinos.
Dios bendiga a todos ustedes, en especial a Xiomara y a Miguel, que expresaron por escrito lo que significo mi mamá: NILA ROSAS RAMIREZ, con hermosos testimonios.
¡ A luchar nuevamente vuelvo para vivir, a luchar nuevamente vuelvo para amar y ser amado, a luchar nuevamente vuelvo para un Perú digno y generoso, a luchar nuevamente vuelvo para que me golpee la vida o mis adversarios y por último a luchar nuevamente vuelvo para morir definitivamente en esta generosa tierra!.
Ojalá Dios lo permita, con mis virtudes y defectos.
MANUEL MARTINEZ ROSAS
PERIODISTA
CPP 2593
LIMA - PERU