“No os entristezcáis, porque “La Alegría en el Señor” es nuestra fortaleza”.
Es el lema de mi colegio en que estudié por espacio de diez años (1968 – 1977), ubicado siempre en Campo Verde 123 La Molina, y que con el paso inexorable de los años su infraestructura ha cambiado enormemente a la modernidad.
Este año, exactamente el 15 de mayo mi colegio cumplirá 54 años de fundado por un persona especial de hondo contenido social y comprometida por el bienestar de sus semejantes, de origen germano, que con su madre escapó de su querida Alemania al percatarse de lo que sería el Tercer Reich de Adolfo Hitler.
La historia de esa Alemania gobernada entonces por el nazismo ya todos lo conocemos.
Rosemarie Stemmler estudió en la Facultad de Pedagogía de la Universidad Católica. Dedicaba parte de su tiempo libre a instruir niños que, por padecer defectos físicos o mentales, no podían concurrir a la escuela. De este modo, ella comprendió que era necesaria una escuela dedicada exclusivamente a la enseñanza de pequeños lisiados –hoy llamados técnicamente discapacitados-, cuyo número aumentaba constantemente como consecuencia de las enfermedades como la polio o por accidentes sufridos al nacer.
La señorita Rosemarie, como cariñosamente siempre se le llama, entonces, comenzó a dar forma al proyecto que, en nuestros días creo, se ha convertido en una de las mayores obras de bien social llevadas a cabo en el Perú por acción privada.
SU ESPECIALIZACIÓN Y FUNDACIÓN DEL COLEGIO
Rosemarie Stemmler es graduada en Educación, habiendo obtenido su título de Maestra de Segunda Enseñanza en la Universidad Católica, en 1953, con una tesis sobre “Las necesidades educativas de los niños lisiados”, que resumía la experiencia que había adquirido en su trato con pequeños como los que ahora aun tiene el colegio.
“Cada día –dijo- aprendo algo nuevo, más que en los libros especializados que recibo de Europa, en el trato con mis niños ...”.
Como ella no contaba con los recursos necesarios, solicitó la ayuda del entonces Rector de la Universidad Católica, Monseñor Fidel Tubino, quien la animó a seguir adelante. Con una carta que él le dio, pudo la joven maestra llegar hasta algunas personas pudientes.
La ayuda no se demoró. Cuando la Srta. Rosemarie tuvo en sus manos los primeros seis mil soles mandó hacer los muebles y se puso a buscar un local para el futuro colegio.
Encontró una pequeña casa en la calle Mendiburu, en Miraflores, que consideró suficiente para comenzar ...
El 15 de mayo de 1954, el nuevo colegio “La Alegría en el Señor”, nombre que escogió aludiendo a su misión, abrió las puertas a sus dos primeros alumnos. Al año siguiente, el número aumentó considerablemente y tuvieron que trasladarse a un chalecito de la calle Trípoli, de donde pasaron definitivamente al moderno local donde funciona ahora en La Molina, antiguamente conocido como Rinconada de Ate.
MODERNO APOSTOLADO
Los que estuvimos en La Alegría en el Señor, los que lo visitaron, nuestras amistades, parientes o parejas; habrán palpado la gran labor de Rosemarie en el apostolado de la niñez, es decir, en enseñar todos los días a estos niños y adolescentes discapacitados con intensidad humana ante sus dramas y sufrimientos corporales y a veces emocionales para afrontar con decisión y a la vez con ternura lo que en el futuro nos depararía la vida.
Rosemarie, conjuntamente con los maestros de “La Alegría en el Señor”, lo hicieron con creces.
Recuerdo en agosto de 1967 en que por primera vez con mis padres una mañana visité el colegio –con la posibilidad de estudiar antes de mi viaje a los Estados Unidos-, aprecié como una maestra de foniatría con paciencia ejemplar dedicaba interminables sesiones enseñando uno a uno a sus alumnos que padecían –me parece-, de defectos en la laringe, a pronunciar claramente las palabras frente a un enorme espejo con la imitación de sonidos.
En otro salón observé por una ventana desde el jardín que una maestra parada al fondo, relataba con voz pausada y esmerada pronunciación la historia de la “Bella Durmiente”, mientras la clase casi no respiraba para no perder detalle del cuento. No exagero al decir que la atención se tornó casi religiosa cuando ella, levantándose se sentó frente a un pequeño órgano y comenzó a entonar conocidas canciones infantiles, reconociendo varias de ellas del “Tío Johnny”.
Inesperadamente traté de conversar con un niño que estaba castigado en el patio que da frente a la pileta. El niño no me respondía, estaba callado y me hacía señas que me retirara. Su nombre: Orlando Ángeles, ¿qué será de su vida?.
Cuando ya me iba con mis padres, estando en el auto escuché la campana del primer recreo de la mañana que era de 10:00 a 10:15 horas, y observé lo que gracias Dios lo tengo aún grabado en la mente por ser algo sencillamente maravilloso que apenas lo podía creer: niños saliendo de sus clases se pusieron a jugar tranquilamente en los amplios espacios con que cuenta mi colegio, tal como sucede en cualquier otro colegio ...de niños normales. Observé a un muchachito rubio corriendo de un lado a otro, no parecía notar que llevaba muletas; más adelante en otro ángulo, un grupo disputaban ardorosamente un partido de fútbol, (con el tiempo el que escribe llevaría el standarte del equipo de fútbol de mi colegio a niveles apoteósicos al ganar partidos electrizantes al Hogar Clínica San Juan de Dios, Heine Medin, Fraternidad Cristiana de Enfermos, el Instituto de Rehabilitación y a los profesores que nos enseñaban); y lo curioso, corriendo de un lado a otro “cow-boys” perseguían a unos indios imaginarios ...desde sus sillas de ruedas.
Mi padre me preguntó -al quedarse él sorprendido de lo que estaba viendo, preocupado de mi futuro y preguntándose, me imagino, -si podía ser cuando sea adulto, útil en la vida-, si me gustaría quedarme a estudiar allí.
Mi madre me sonrió, y con su rostro adelantó lo que sería mi respuesta: “quiero estudiar aquí papá, me gusta”.
LA ENSEÑANZA
Al menos en mis tiempos siempre mi colegio contaba con un promedio de 120 alumnos, a veces más niñas que niños, repartidos en las siguiente secciones: Kindergarten, Transición, Primaria y Secundaria. Posteriormente por donación se adquirió otro gran espacio donde funcionó los talleres de corte y confección y de artesanías.
Rosemarie señaló en una oportunidad que en Secundaria serán admitidos los niños ciegos que dominen el sistema Braille y que hayan cursado su primaria completa. “Es la primera vez que vamos a recibir a niños ciegos. Y esperamos que aquí ellos también puedan tener la oportunidad de reintegrarse a la sociedad y ser mañana personas de provecho”.
Solo hubo una niña, después adolescente y hoy señora, que pudo superar este reto, siendo hoy una persona involucrada al trabajo de reinserción en la sociedad de los invidentes. Ya mis amigos del colegio que lean este texto sabrán a quien me refiero, para el resto pido disculpas en no mencionarla por respeto a su privacidad.
La fundadora del plantel ha realizado estudios de perfeccionamiento en los más importantes centros de rehabilitación que existen en Alemania y ha tenido la oportunidad de visitar algunas escuelas similares en Paris. “Nosotros –dice ella-, nos regimos por el programa oficial”.
Era el primer gobierno de Acción Popular, cuya gestión ayudó mucho al colegio con la exoneración de tributos y timbres fiscales para proteger sus recursos, así como los bienes alimenticios generados por el programa estadounidense “Alianza para el Progreso” durante la administración Kennedy.
Con lo vivido debo señalar uno de los fines primordiales del colegio es la rehabilitación del niño. Hubo un departamento de Fisioterapia dirigido por un cuerpo de médicos y especialistas en Medicina Física, lo que permitió a nosotros fortalecer nuestros cuerpos y en evitar que nuestros músculos se atrofiasen.
Hubo la facilidad de contar con un experto en la confección de los aparatos ortopédicos u otro tipo de prótesis a fin de realizar nuestras funciones normales, chequeado periódicamente por medio de un control médico.
Los juegos, la música, el canto y los deportes ocuparon también un lugar importante dentro de ese programa. Por ejemplo en Kindergarten tenían los juegos educativos para adquirir hábitos que nos serían de suma utilidad en las siguientes fases, hasta llegar a secundaria donde primaría la instrucción.
Me acuerdo por ejemplo cómo me enseñaron a vestirme solo, caminar en piso mojado, llevar diversos enseres caminando, en especial, lo que contenían líquido, subir y bajar de los autos, trepar cerros, nadar en la piscina (yo ya sabía nadar, más bien a mis compañeros les enseñé a hacerlo); lo que originó paulatinamente a independizarme y a hacer solo mis asuntos.
El punto culminante fue en movilizarme por mi cuenta, con mi amigos o a solas en esos tiempos en que el servicio de transporte público no era un caos como hoy lo es. ENATRU PERU, fue mi servicio público preferido y mi maestro en movilizarme solo.
Pero no quiero salirme del tema; los niños guiados por sus maestros cumplieron un plan de actividades artísticas que ayudaron mucho fundamentalmente a nuestra recuperación psíquica, dándonos confianza en nuestras aptitudes. En suma: no sentirnos inferiores a los demás por nuestras limitaciones, sino todo lo contrario, romper ese complejo hasta superarlos y ser mejores en nuestro desempeño que una persona normal.
Por eso desde niños aprendimos teatro, recitación, etc., con escenificaciones especialmente el día de la clausura de los años escolares en un mes hermoso: diciembre, por la cercanía de la Navidad.
También participamos –obligatoriamente- en un coro que fue mixto, actuando en varias ocasiones. Todos cantaban sin excepción, los que tenían buena voz y también los que no tenían una adecuada voz; pero, para que no quedasen relegados cantaban como de fondo y de acuerdo con sus características bocales, siendo de es manera un coro compacto.
FINES ALTRUISTAS
El colegio “La Alegría en el Señor”, tuvo en mis tiempos –no se cómo será ahora-, abiertas sus puertas a niños discapacitados de cualquier condición económica y social. “Entre nuestros alumnos se cuentan hijos de millonarios y también muchachos procedentes de hogares humildes”, manifestó en una ocasión la señorita Rosemarie.
“El interés primordial del instituto –agregó- es tratar en lo posible de capacitar a los niños para que aprendan a desempeñarse en forma útil y productiva en la sociedad y, al mismos tiempo, orientar a los padres acerca de la acertada conducción de estos niños. Esto es lo que importa para nosotros y no la condición social de sus padres”.
En mis tiempos –1968- cada niño pagaba S/450 mensuales que representaba el costo de la enseñanza, tratamiento, alimentación y movilidad. Fuimos cuarto-internos; ingresábamos a las 08 de la mañana y salíamos a las 16 horas.
“Tenemos que afrontar cada día dificultades económicas de tal magnitud que, algunas veces, siento que no vamos a poder seguir adelante ... pero siempre lo logramos”, expresó siempre la Srta. Rosemarie. De alguna manera La Alegría en el Señor siempre salió adelante gracias a subvenciones por los gobiernos de turno por medio del Ministerio de Educación. Otro caso por citar fue por ejemplo la ayuda de la Junta de Asistencia Nacional (JAN), hoy INABIF, el cual, cuando lo presidía la hermana del Presidente de la República, señora Lucila Belaúnde de Cruchaga, tomó a su cargo el sostenimiento de 10 becas que fueron repartidas entre los niños más pobres.
“Por eso tengo la esperanza de que este año –era 1966- podamos conseguir que nuevas personas ayuden a mantener algunas becas más, ya que, desde que nos trasladamos a nuestro nuevo local, estamos en condiciones de recibir no sólo 90 alumnos sino mucho más”.
El colegio tenía capacidad para 150 niños, hoy es mucho más, calculando que puede aumentar de 60 a 80 niños.
EL COLEGIO QUE HACE AÑOS DEJE
Yendo por el camino de La Molina, y pasando unos 500 metros la Universidad Agraria, se encuentra un hermoso edificio de dos plantas, rodeado de alegres jardines y que tiene al centro un patio encantador.
El colegio La Alegría en el Señor, por el que tanto ha luchado su fundadora, Rosemarie Stemmler. “Es el mayor de mis anhelos que se ha realizado”, afirma ella.
El local posee un área de más de 6,900 metros cuadrados, la mitad de la cual ha sido comprada con donaciones. Dispone de modernos gimnasios, amplios salones de clase, auditorio/comedor, etc.
La primera planta ha sido construida con el generoso concurso del Club de Leones de Lima, en un gesto que honra a esta institución de servicio. La parte alta se terminó con la ayuda de la congregación religiosa alemana “Bischöfliches Hilfswerk Misereor”, que donó 210,00 marcos –casi un millón de soles- para la obra.
Desgraciadamente el sismo de setiembre –si no me falla la memoria- de 1974 destruyó por completo la capilla/comedor, por lo que hoy es una terraza para seguridad de los menores estudiantes.
La piscina que se construyó y que sirve para que los niños efectúen sus practicas dentro del programa de rehabilitación, fue generosamente obsequiada por el prominente hombre de negocios Mauricio Hochschild, habiendo también cooperado para esta obra el Patronato de Rehabilitación.
Es un local hermoso a pesar de los años transcurridos y la modernidad de sus ambientes que le cambiaron la nueva administración de la Congregación “Siervas del Plan de Dios”.
Son muchos los que egresamos o salimos del colegio La Alegría en el Señor, después de haber sido pupilos allí durante varios años, algunos, o sólo pocos meses, otros.
Pero nosotros recordaremos siempre con fervor que gracias a los cuidados recibidos de esta admirable institución es que pudimos restituirnos a la vida, en ciertos caso como seres normales y sin complejos.
Otros no lo pudieron no por culpa del colegio, sino del mundo exterior, de la sociedad que hoy sigue siendo inhumana, inmoral e irrespetuosa del cumplimiento de la ley o de extender una mano al discapacitado para que este afronte con dignidad la realidad social.
La Alegría del Señor los preparó, pero cada ex alumno fue libre de escoger su camino, ya sea para bien o para mal; pero salió del colegio capacitado para que tome sus propias decisiones.
La Srta. Rosemarie por su avanzada edad ya está retirada de toda gestión administrativa, presentándose solo los viernes esperando que algún ex alumno lo visite o quizás recordando la época feliz que vivió, sus constantes luchas por mantener a pie el colegio. Estará recordando las miles de anécdotas que le tocó vivir con cada uno de nosotros, estará recordando a los alumnos que se fueron para siempre para estar con Dios porque ella demostró ser muy católica y fiel servidora del Altísimo.
Ella fue mi profesora de Lenguaje y Religión y dos veces mi tutora. Me apoyó a ser Capitán de la selección de fútbol en el periodo 1975-1977, y me ayudó mucho en acercarme a mi padre.
Rosemarie Stemmler debió recibir las Palmas Magisteriales del Estado por la noble y ardua labor que desplegó en su labor docente, dedicándose como una madre ejemplar al cuidado y enseñanza de niños discapacitados con inteligencia normal, cuya acción no lo ha realizado ningún otra persona u institución.
La obra queda, el ejemplo queda, los que sobrevivimos tenemos la obligación de hacer perdurar este legado por ser un ejemplo de superación y de fe para un sector aún marginado y golpeados de gentes y gobernantes indolentes por su realidad y sufrimientos que padecen.
Este escrito que hice fue con el propósito de hacer perdurar la magnifica obra de una persona nacida en Alemania, pero de corazón peruano, que supo identificarse con nuestra realidad para con sus conocimientos y sentimientos puros y sinceros poner en marcha uno de los grandes proyectos que siempre hacen falta en el país. La lección no queda allí, debe de haber muchas Rosemaries, mujeres cristianas, pujantes, luchadoras y capacitadas para hacer de sus sueños una realidad.
Los tiempos pasados fueron mejores es verdad, había más humanidad y nobleza en comportarnos, más educación y civismo, pero no debemos olvidar la obra de la señorita Rosemarie porque nosotros sus ex alumnos somos productos de ella, y del cual, eternamente debemos estar agradecidos primero a nuestros padres en permitir estudiar en La Alegría en el Señor y a ella en dedicar gran parte de su tiempo en instruirnos y prepararnos a ser independientes, competitivos, mejores personas y sobre todo en no acomplejarnos ni dejarnos vencer ante las adversidades que se nos presenta.
“Como las rosas tienen espina,
hay en la vida gozos y dolor.
Sol, mar, luz, aire, llantos y risas,
todo en la vida unido está.
Dios amoroso nos de alegría,
entonando himno de felicidad.
No más lamentos, la alegría es nuestra,
nuestra fortaleza es
La Alegría en el Señor”.
(Himno al Colegio)
Manuel Martínez Rosas
Periodista
CPP 2593
LIMA - PERU