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sábado, 23 de enero de 2010

MI AMIGO EL ESCARABAJO

Cosas de la vida; ¿quién podría imaginarse que fue el propio Adolfo Hitler el inventor intelectual de la creación del Volkswagen coupé?.
¿Con qué motivo?, darle al sufrido pueblo alemán de ese entonces una movilidad barata y segura para que con comodidad se puedan desplazar de un lugar a otro debido que el "fuhrer" de alguna forma logró estabilizar la economía y dar trabajo a millones de sus ciudadanos.
La construcción de caminos fue el baluarte de una mejor comunicación y por consiguiente en dinamizar la economía alemana con el consiguiente progreso de las ciudades en el aspecto por ejemplo comercial.
El Volkswagen además era económico, lo sigue siendo, no necesitaría agua en el radiador porque bastaba con el aceite de motor para mantener su funcionamiento y circular sin problemas por el desierto, siendo este un simple mecanismo de tracción, pero con 80 caballos de fuerza para trepar hasta los cerros.

Pero eso es historia de sus comienzos. Gracias a mi mamá se ubicó este vehículo que estaba en venta, lo tuve en diciembre de 1996, la cual el Volkswagen fue rebautizado como "El Escarabajo" en una sencilla pero significativa ceremonia paralitúrgica donde participaron no solo algunos trabajadores de la Clínica Maisón de Santé, sino también de miembros de la Policía Nacional que por entonces custodiaban la parte posterior del Palacio de Justicia. La idea de mi mamá de hacer esta ceremonia en la vía pública fue para agradecer a Dios por haber costeado entre los dos El Escarabajo.
¿El precio?. Es un secreto.
Además y quizás el más importante: la ceremonia fue para pedir al Altísimo a que siempre me proteja, lo mismo que ha sus ocupantes por la gran cantidad de accidentes de tránsito que casi a diario sucede en nuestra ciudad por la imprudencia de sus conductores.
A Dios gracias hasta el momento, no sufrí ningún percance.

Desde entonces hasta hoy siempre fue mi compañero, en las buenas y en las malas. En las buenas por ejemplo cuando siempre llevaba a mi mamá a diversos lugares donde requería de su presencia, debido que a su edad era peligroso que sola se movilizase, además, estabamos más tiempo juntos.
Otras cuando iba con familiares o amistades, especialmente chicas, la cual, se pasaba agradablemente la velada.
Desafortunados hechos que felizmente fueron pocos, fue por ejemplo en que se me baje una llanta o que me quedara sin combustible y el más fuerte en un principio fue cuando se descargaba la bateria por el cruce del "relay", considerado como su corazón.
La solución para esto fue colocarle un "marcapaso", alternador, lo que evita hasta hoy que la bateria se descargue, en este tránsito vehícular del centro de Lima pesado y lento por la cantidad de autos particulares y públicos.

Cuando sucedió la triste partida de mi mamá, me quedé definitivamente solo de lo que ya estaba por motivos de trabajo. El Escarabajo paso a ser desde ese momento como mi compañía permamente y más aún mi medio de transporte debido que ya no tengo la fortaleza física de antes cuando era niño, adolescente y joven. Tengo 51 años y la post polio ya empezó a hacer mella en mi organismo. Primero fue la osteosporosis, luego la presión alta, la artrosis y hoy el dolor muscular, lo que no me permite caminar largamente, sino en silla de ruedas en lo que concierne el Centro de Lima.
Ahora que mi mamá se encuentra en Huachipa, El Escarabajo me lleva y me trae; a veces nos entretenemos por el camino, en especial cuando encontramos a bellas damas. En otras cuando vemos el desorden de una ciudad que dice ser bella y ordenada por un ladrón alcalde que pretende silenciosamente ser presidente de la República.


Pero cuando avisa que se va a malograr y lo llevó a la Factoría Pucar Wagen, que está ubicado en la cuadra 18 del Jr. Sullana, en ella sus mecánicos son expertos en Volkswagen en lo que concierne a su mecánica en general. Su "médico", mecánico Eugenio, apodado "Piquichón" y luego Norberto, el responsable de la factoria, ven lo que tiene mi Escarabajo.
Su trabajo serio y honrado en los 13 años que estoy con ellos me da la confianza para dejarlo cuando es un desperfecto serio, cual último que tuve: la rotura del retén.
Esperé cerca de dos semanas para que lo repararan porque dicho respuesto ya no hay en el mercado, y el que se consiguó fue de suerte y casualmente, conjuntamente con una nueva caja de cambio semi-automática, especialmente para personas discapacitadas, porque los alemanes -donde procede El Escarabajo- así lo diseñaron.
No teniendo a nadie, siempre siento cuando no tengo El Escarabajo, que la soledad es más palpable y se siente. Mis amigos siempre tienen sus quehaceres, lo mismo que mis pocos
familiares, así que ¿para qué llamarlos y fastidiarlos?. Si ellos no me llaman, ¿por qué yo hacerlo?.
Es comprensible por las ocupaciones que tienen, cuando estoy en el INABIF tengo un mundo
de personas, pero cuando salgo de Pueblo Libre, ¿qué me queda?; solo El Escarabajo, y si está
en el taller la soledad es muy profunda y el gasto en movilizarme es mayor por el costo de los taxis o el esfuerzo físico en transportarme en los micros o colectivos.
Ustedes amigos y lectores que me toman o me denuncian como triste, malhumorado o mezquino, que gran mal me hacen. No saben la causa secreta que me hace presentar tal aspecto. Desde mi niñez, gracias a mis padres, mi hermano, el colegio; mi corazón y disposición tendían hacia los sentimientos tiernos de la buena voluntad y yo siempre me inclinaba hacia las grandes acciones. Pero consideren que en estos años yo he caido bajo una condición incurable y empeorada por médicos insensatos, engañado durante años con una esperanza de mejoría y finalmente expuesto a la contemplación de una dolencia duradera, cuya curación tal vez sea imposible, como lo fue con mi mamá.
Su partida no me curará, la extraño, y me seguré marchitando internamente hasta morir, pero luchando siempre, no dando pena, sino ánimo hacia los demás, a que digan "a pesar lo que Lulo - Manuel tuvo y sufrió, él siempre fue hacia adelante a lograr sus objetivos".
El Escarabajo es por hoy mi amigo y compañero inseparable. Los dos moriremos juntos, cuando Dios lo disponga, pero por hoy, creo, tenemos vida.
Para mi ya es conocido, para el Escarabajo a parte de Pucar Wagen tiene como último recurso el taller ubicado en Lurín, donde vive el esposo de la que fue mi Nana, Filomena, donde también le da la garantía de continuidad y de perfecto funcionamiento.
Como podrán haber notado con El Escarabajo tuve muchas emociones que sería muy largo contarle, este es un testimonio a una máquina que se hace querer y que te sirve incondicionalemte. "No te abandona", como muchísimos propietarios que tienen o tuvieron un Volkswagen lo han afirmado. Su costo es barato, su mantenimiento mínimo, en conocerlo a profundidad me hace saber a tiempo las fallas o el desgaste natural que pueda tener, porque El Escarabajo por lo que está haciendo por mi, merece toda mi atención, mi cariño y mi respeto.
Manuel Martínez Rosas
PERIODISTA
CPP 2593
LIMA -PERU




lunes, 4 de enero de 2010

05 DE ENERO DEL 2009: EL INICIO DEL FIN

En vísperas de Navidad del 2008 nadie pensaba que mi mamá muy pronto iba a tener una terrible enfermedad que le costó la vida.

Con mi hermano el 25 de diciembre almorzamos en el restaurant Donofrio que está ubicado en una esquina del parque Kennedy en Miraflores, la cual pedimos un almuerzo a la carta.

Mi mamá no dejó nada, almorzó todito, demostrando como siempre su buen apetito y presumiendo que estaba bien de salud.

Al menos eso pensaba.

Como siempre mi mamá pasaba las navidades de manera pensativa y reflexiva, tranquila y hasta meditando quizás lo que vivió y lo que sería el futuro venidero. Quizás ya se sentía mal y débil, pero se daba maña para aparentar bien a fin de no preocuparnos a mi hermano y el que escribe.

Es más, para mi onomástico recibimos en mi casa la visita de mi tía Lucila y de mi prima Martha, la cual, no me comentaron que mi mamá estaba desmejorada; y es más también, ella se dio maña para salir a visitar a sus amistades y a mi tía Elvira, que obviamente la acompañé con el beneplácito como siempre lo hacía gracias al Escarabajo, mi fiel Volkswagen.

Nada hacía presagiar una pérdida. Yo para el 2009 ya estaba haciendo planes como entrar paulatinamente a la política, intentar entrar a nadar a mar adentro en la playa La Herradura o en Ancón y volver a jugar fútbol después de 08 años de ausencia a modo de una definitiva despedida a fin de darme la satisfacción que me retiré como debería hacerlo siempre: jugando.

Pero sobre todo también ya tenía planeado en despedirme de Amelia, una persona a la que quiero mucho por la manera cómo me ha reciclado mis ideales y pensamientos en la manera de ver positivamente la vida y aprovechar de las oportunidades que se le presenten sin temor alguno. Recuerden que el 26 de junio del 2000 tuve la fractura del fémur y la cadera, y no volví a caminar hasta después de año y medio.



En esos 08 años Amelia desempeñó un papel vital en mi recuperación espiritual, no cambiando mi manera y forma de ser, sino en perfeccionarlo; como lo suceden a muchas personas, como le sucedió por ejemplo a Elvis, cuando en sus inicios salvajemente cantaba que a todos los jóvenes los gustaba, pero que cuando regresó del ejército quedamos pasmados y atónitos de la manera en que cambio: dulzona y tranquila.

Elvis había perfeccionado su canto, sobre todo cuando su mamá –en pleno servicio militar en que estaba-, habría fallecido.

Pero bueno, volviendo a Amelia el distanciamiento ya hacia mella en ambos porque ya ni nos buscamos y ni nos llamamos por los proyectos particulares en la que ambos tuvimos en su momento, lo cual, no le encontraba sentido en estar juntos por lo que se me pasó la idea de despedirme y considerarla como una amistad lejana que de veces cuando, a las quinientas uno se pregunta: “¿qué será de la vida de fulano?”, como en muchas amistades suceden y relaciones suceden cuando ya no van en un rumbo junto o de interés común.

Regresando al tema de mi mamá, hasta Navidad todo fue normal, pero después conmemorar el nacimiento de Cristo, la situación iba cambiando rápidamente. De repente mi mamá se quedaba hasta las tres de la mañana en la sala y a veces la encontraba dormida, por lo que me tenía que poner fuerte para “rogarle” que se acostara. Pero con su genio nunca pude, ella a las 6 de la mañana ya estaba en pie para prepararme el desayuno, como siempre lo hizo en mis 50 años debido que nunca permitió que lo ayudara ni menos entrara a la cocina. Cosas de madre.


Pensaba que era un cansancio natural por las visitas y salidas que anteriormente realizó pero ya me puse a pensar y a la vez a preocupar que así no podía seguir. Para mala suerte siempre las chicas que hacían las labores domésticas no le duraban, y en algunas ocasiones hasta se “perdían” objetos de valor, por lo que con mi hermano ya estábamos estudiando una salida que no le afectara emocionalmente porque ella era muy sensible, un corazón tierno, una “abuelita” como cariñosamente muchos la llamaban en que con mirarla fijamente se me partía el alma por mi impotencia de no detener el tiempo, de no colmar a tiempo sus aspiraciones, de dejarla siempre sola por el INABIF y también por Amelia.

Me sentí atrapado y había que escoger, y escogí en regresar lo más temprano posible a casa o en recogerla temprano donde ella estaba, así pasaríamos más tiempo juntos. El celular fue una valiosa ayuda, siempre, en la mañana y en la tarde nos comunicábamos a fin de saber cómo estábamos o en hacernos mutuamente pedidos o encargos, porque mi mamá siempre se sintió útil hasta el final y me llamaba la atención en rehusarme a que me ayudase.

Pero, 2008 ya estaba en su etapa final, y en año nuevo con mi mamá y mi hermano nuevamente regresamos al mismo sitio en Miraflores donde almorzamos para Navidad. La situación fue diferente, mi mamá estaba mal y con las justas consumió lo que pidió, que fue poco.

A mi hermano se le ocurrió pasear en el distrito, pero mi mamá ya quería regresarse por lo mal que estaba y por los escalofríos que sentía. Nos tomamos dos fotos, que iban a ser las últimas estando en vida.

Ella de frente se acostó y yo velé por su sueño. Agua caliente le traje y con ello quedó tranquila mirando televisión hasta quedarse dormida.

Al día siguiente, 02 de enero normal se levantó, no sé si hizo un esfuerzo para aparentar que estaba bien, cosa que me lo hizo bien lo mismo que a mi hermano, o si verdaderamente en ese momento estaba bien.

Mi hermano partió a Ecuador donde en ese entonces trabajaba y mi mamá por última vez nos acompañó al aeropuerto el 04 de enero en la noche, pero al día siguiente se encontraba mal. Pensé que por ir a despedir a mi hermano el cansancio le hizo mella y se recuperaría, pero esperó que me fuera al INABIF para irse con la ayuda de don José (el que nos traía el almuerzo y la cena a la casa) a emergencia de la clínica Maisón de Santé para que la chequearan, porque tenía temperatura alta que no le bajaba.



No me llamó en todo el día al trabajo, y cuando lo llamaba a su celular no me contestaba, lo cual, ya me imaginé que estaba en emergencia y tenía que “volar” a Lima para verla.

Y así lo hice.

Cuando la vi estaba sentada y tranquila, sonriente en verme. Le habían sacado análisis de sangre y estaba a la espera de los resultados. Cuando el médico me lo mostró primero me hizo observar que en su sangre había más glóbulos blancos que los rojos y se tenía que realizar un segundo análisis de descarte.

Entre mí ya dije: “p…esto es cáncer…, leucemia”. Mi mamá me preguntó qué pasaba y le respondí que nada, que van a confirmar los análisis que le sacaron para descartar una enfermedad contagiosa como la gripe porcina que en ese entonces estaba de moda.

Habría que internarla y por primera vez firmé los papeles de autorización y los gastos respectivos para su efectividad, porque en anteriores ocasiones ella lo hacía por ser ex trabajadora y pensionista de la clínica.

Me fui a la casa porque iba a demorar su traslado a piso por el segundo análisis y porque ella me lo pidió, lo cual obedecí para su tranquilidad; total, estaba como en su segunda casa donde iba a ser bien atendida.

Solitariamente caminaba pensativo en la leucemia, pensaba que era un error del laboratorio y que iba a ser solo una advertencia, un susto que mi mamá lo iba a superar. Solo estaba pensando en Amelia, a fin de contarle, que me aconsejaba, pero miedo me dio por la reacción que ella podría tener conmigo por casi tres meses que no nos veíamos ni en hablarnos por el teléfono o en el celular. Solo en el internet hubo pequeñas “escaramuzas”, de la cual no le daba respuesta.



Así que decidí en no llamarla para no tener un doble dolor emotivo y solo atiné a poner el penúltimo disco de Elvis que grabó en 1976, cuyo contenido son canciones tristes, hasta quedarme dormido.

Fue el 05 de enero del 2008.

Al día siguiente temprano le levanté y fui a verla, ya estaba en un cuarto del segundo piso, donde un poco consternada le dijeron que tenía más glóbulos blancos que rojos, “¿qué era eso?”, me preguntó como para saber si sabía lo que iba a pasar, entonces vino el médico de piso y de frente le dijo que tenía leucemia, que a su edad no podían hacerle la quimioterapia y que solo con medicamentos que propia darle ESSALUD, había la esperanza de frenarle el mal, de estabilizarla, pero que el tiempo de vida que le quedaba iba a ser corto.

Solo con Ana (la hermana de mi cuñada María Elena), le dije lo que pasaba y le pide su apoyo para el traslado, lo cual, con la ayuda también de la asistenta social de la clínica y de un médico amigo de mi mamá iba a facilitar su hospitalización en el hospital Rebagliati.

Al llegar allá a las 7 y 30 de la noche, una odisea, emergencia había colapsado por la gran cantidad de pacientes que también esperaban ser hospitalizados, pero camas no había. Se tuvo que esperar hasta las 4 de la mañana para recién sea admitida mi mamá en un cuarto adicional hasta el quinto día en que pasó a piso.


Lo más penoso, la odisea comenzó casi de inmediato. Si bien mi mamá reaccionó positivamente a las primeras acciones médicas, hasta que en una ocasión la sorprendí sentada en el sillón con un mejor semblante, en el tópico de piso con urgencia me citaron para pedirme lo que nunca me había imaginado: sangre …. sangre para hacerle las transfusiones a fin de hacerle subir los glóbulos rojos.

Descorazonado salí hacia el INABIF preguntándome “¿de dónde ahora consigo sangre, quien me podrá donar?”, yo no podía hacerlo por los medicamentos que tomo, así que me dije: ¿cómo?.

Al llegar a la oficina, (mis compañeros de trabajo, Marilú, Jackeline y Jorge; no sabían nada aún de esto); seguía pensando, revisé mi libreta de teléfonos, mis contactos de internet y por último el directorio telefónico en mi celular donde el primer nombre que apareció fue Amelia.

Lo pensé media hora en llamarla o no, hasta que al final decidí hacerlo con el miedo a que me colgara la comunicación o me dijera no.

Me decidí hacerlo, la llamé y ella me contestó; rápidamente le conté lo que estaba pasando con mi mamá y le pedí que me ayudase en donar sangre.

La respuesta de ella fue inmediato que me dejó estupefacto.

(CONTINUARA)

Manuel Martínez Rosas

Periodista

CPP 2593

LIMA - PERU