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lunes, 4 de enero de 2010

05 DE ENERO DEL 2009: EL INICIO DEL FIN

En vísperas de Navidad del 2008 nadie pensaba que mi mamá muy pronto iba a tener una terrible enfermedad que le costó la vida.

Con mi hermano el 25 de diciembre almorzamos en el restaurant Donofrio que está ubicado en una esquina del parque Kennedy en Miraflores, la cual pedimos un almuerzo a la carta.

Mi mamá no dejó nada, almorzó todito, demostrando como siempre su buen apetito y presumiendo que estaba bien de salud.

Al menos eso pensaba.

Como siempre mi mamá pasaba las navidades de manera pensativa y reflexiva, tranquila y hasta meditando quizás lo que vivió y lo que sería el futuro venidero. Quizás ya se sentía mal y débil, pero se daba maña para aparentar bien a fin de no preocuparnos a mi hermano y el que escribe.

Es más, para mi onomástico recibimos en mi casa la visita de mi tía Lucila y de mi prima Martha, la cual, no me comentaron que mi mamá estaba desmejorada; y es más también, ella se dio maña para salir a visitar a sus amistades y a mi tía Elvira, que obviamente la acompañé con el beneplácito como siempre lo hacía gracias al Escarabajo, mi fiel Volkswagen.

Nada hacía presagiar una pérdida. Yo para el 2009 ya estaba haciendo planes como entrar paulatinamente a la política, intentar entrar a nadar a mar adentro en la playa La Herradura o en Ancón y volver a jugar fútbol después de 08 años de ausencia a modo de una definitiva despedida a fin de darme la satisfacción que me retiré como debería hacerlo siempre: jugando.

Pero sobre todo también ya tenía planeado en despedirme de Amelia, una persona a la que quiero mucho por la manera cómo me ha reciclado mis ideales y pensamientos en la manera de ver positivamente la vida y aprovechar de las oportunidades que se le presenten sin temor alguno. Recuerden que el 26 de junio del 2000 tuve la fractura del fémur y la cadera, y no volví a caminar hasta después de año y medio.



En esos 08 años Amelia desempeñó un papel vital en mi recuperación espiritual, no cambiando mi manera y forma de ser, sino en perfeccionarlo; como lo suceden a muchas personas, como le sucedió por ejemplo a Elvis, cuando en sus inicios salvajemente cantaba que a todos los jóvenes los gustaba, pero que cuando regresó del ejército quedamos pasmados y atónitos de la manera en que cambio: dulzona y tranquila.

Elvis había perfeccionado su canto, sobre todo cuando su mamá –en pleno servicio militar en que estaba-, habría fallecido.

Pero bueno, volviendo a Amelia el distanciamiento ya hacia mella en ambos porque ya ni nos buscamos y ni nos llamamos por los proyectos particulares en la que ambos tuvimos en su momento, lo cual, no le encontraba sentido en estar juntos por lo que se me pasó la idea de despedirme y considerarla como una amistad lejana que de veces cuando, a las quinientas uno se pregunta: “¿qué será de la vida de fulano?”, como en muchas amistades suceden y relaciones suceden cuando ya no van en un rumbo junto o de interés común.

Regresando al tema de mi mamá, hasta Navidad todo fue normal, pero después conmemorar el nacimiento de Cristo, la situación iba cambiando rápidamente. De repente mi mamá se quedaba hasta las tres de la mañana en la sala y a veces la encontraba dormida, por lo que me tenía que poner fuerte para “rogarle” que se acostara. Pero con su genio nunca pude, ella a las 6 de la mañana ya estaba en pie para prepararme el desayuno, como siempre lo hizo en mis 50 años debido que nunca permitió que lo ayudara ni menos entrara a la cocina. Cosas de madre.


Pensaba que era un cansancio natural por las visitas y salidas que anteriormente realizó pero ya me puse a pensar y a la vez a preocupar que así no podía seguir. Para mala suerte siempre las chicas que hacían las labores domésticas no le duraban, y en algunas ocasiones hasta se “perdían” objetos de valor, por lo que con mi hermano ya estábamos estudiando una salida que no le afectara emocionalmente porque ella era muy sensible, un corazón tierno, una “abuelita” como cariñosamente muchos la llamaban en que con mirarla fijamente se me partía el alma por mi impotencia de no detener el tiempo, de no colmar a tiempo sus aspiraciones, de dejarla siempre sola por el INABIF y también por Amelia.

Me sentí atrapado y había que escoger, y escogí en regresar lo más temprano posible a casa o en recogerla temprano donde ella estaba, así pasaríamos más tiempo juntos. El celular fue una valiosa ayuda, siempre, en la mañana y en la tarde nos comunicábamos a fin de saber cómo estábamos o en hacernos mutuamente pedidos o encargos, porque mi mamá siempre se sintió útil hasta el final y me llamaba la atención en rehusarme a que me ayudase.

Pero, 2008 ya estaba en su etapa final, y en año nuevo con mi mamá y mi hermano nuevamente regresamos al mismo sitio en Miraflores donde almorzamos para Navidad. La situación fue diferente, mi mamá estaba mal y con las justas consumió lo que pidió, que fue poco.

A mi hermano se le ocurrió pasear en el distrito, pero mi mamá ya quería regresarse por lo mal que estaba y por los escalofríos que sentía. Nos tomamos dos fotos, que iban a ser las últimas estando en vida.

Ella de frente se acostó y yo velé por su sueño. Agua caliente le traje y con ello quedó tranquila mirando televisión hasta quedarse dormida.

Al día siguiente, 02 de enero normal se levantó, no sé si hizo un esfuerzo para aparentar que estaba bien, cosa que me lo hizo bien lo mismo que a mi hermano, o si verdaderamente en ese momento estaba bien.

Mi hermano partió a Ecuador donde en ese entonces trabajaba y mi mamá por última vez nos acompañó al aeropuerto el 04 de enero en la noche, pero al día siguiente se encontraba mal. Pensé que por ir a despedir a mi hermano el cansancio le hizo mella y se recuperaría, pero esperó que me fuera al INABIF para irse con la ayuda de don José (el que nos traía el almuerzo y la cena a la casa) a emergencia de la clínica Maisón de Santé para que la chequearan, porque tenía temperatura alta que no le bajaba.



No me llamó en todo el día al trabajo, y cuando lo llamaba a su celular no me contestaba, lo cual, ya me imaginé que estaba en emergencia y tenía que “volar” a Lima para verla.

Y así lo hice.

Cuando la vi estaba sentada y tranquila, sonriente en verme. Le habían sacado análisis de sangre y estaba a la espera de los resultados. Cuando el médico me lo mostró primero me hizo observar que en su sangre había más glóbulos blancos que los rojos y se tenía que realizar un segundo análisis de descarte.

Entre mí ya dije: “p…esto es cáncer…, leucemia”. Mi mamá me preguntó qué pasaba y le respondí que nada, que van a confirmar los análisis que le sacaron para descartar una enfermedad contagiosa como la gripe porcina que en ese entonces estaba de moda.

Habría que internarla y por primera vez firmé los papeles de autorización y los gastos respectivos para su efectividad, porque en anteriores ocasiones ella lo hacía por ser ex trabajadora y pensionista de la clínica.

Me fui a la casa porque iba a demorar su traslado a piso por el segundo análisis y porque ella me lo pidió, lo cual obedecí para su tranquilidad; total, estaba como en su segunda casa donde iba a ser bien atendida.

Solitariamente caminaba pensativo en la leucemia, pensaba que era un error del laboratorio y que iba a ser solo una advertencia, un susto que mi mamá lo iba a superar. Solo estaba pensando en Amelia, a fin de contarle, que me aconsejaba, pero miedo me dio por la reacción que ella podría tener conmigo por casi tres meses que no nos veíamos ni en hablarnos por el teléfono o en el celular. Solo en el internet hubo pequeñas “escaramuzas”, de la cual no le daba respuesta.



Así que decidí en no llamarla para no tener un doble dolor emotivo y solo atiné a poner el penúltimo disco de Elvis que grabó en 1976, cuyo contenido son canciones tristes, hasta quedarme dormido.

Fue el 05 de enero del 2008.

Al día siguiente temprano le levanté y fui a verla, ya estaba en un cuarto del segundo piso, donde un poco consternada le dijeron que tenía más glóbulos blancos que rojos, “¿qué era eso?”, me preguntó como para saber si sabía lo que iba a pasar, entonces vino el médico de piso y de frente le dijo que tenía leucemia, que a su edad no podían hacerle la quimioterapia y que solo con medicamentos que propia darle ESSALUD, había la esperanza de frenarle el mal, de estabilizarla, pero que el tiempo de vida que le quedaba iba a ser corto.

Solo con Ana (la hermana de mi cuñada María Elena), le dije lo que pasaba y le pide su apoyo para el traslado, lo cual, con la ayuda también de la asistenta social de la clínica y de un médico amigo de mi mamá iba a facilitar su hospitalización en el hospital Rebagliati.

Al llegar allá a las 7 y 30 de la noche, una odisea, emergencia había colapsado por la gran cantidad de pacientes que también esperaban ser hospitalizados, pero camas no había. Se tuvo que esperar hasta las 4 de la mañana para recién sea admitida mi mamá en un cuarto adicional hasta el quinto día en que pasó a piso.


Lo más penoso, la odisea comenzó casi de inmediato. Si bien mi mamá reaccionó positivamente a las primeras acciones médicas, hasta que en una ocasión la sorprendí sentada en el sillón con un mejor semblante, en el tópico de piso con urgencia me citaron para pedirme lo que nunca me había imaginado: sangre …. sangre para hacerle las transfusiones a fin de hacerle subir los glóbulos rojos.

Descorazonado salí hacia el INABIF preguntándome “¿de dónde ahora consigo sangre, quien me podrá donar?”, yo no podía hacerlo por los medicamentos que tomo, así que me dije: ¿cómo?.

Al llegar a la oficina, (mis compañeros de trabajo, Marilú, Jackeline y Jorge; no sabían nada aún de esto); seguía pensando, revisé mi libreta de teléfonos, mis contactos de internet y por último el directorio telefónico en mi celular donde el primer nombre que apareció fue Amelia.

Lo pensé media hora en llamarla o no, hasta que al final decidí hacerlo con el miedo a que me colgara la comunicación o me dijera no.

Me decidí hacerlo, la llamé y ella me contestó; rápidamente le conté lo que estaba pasando con mi mamá y le pedí que me ayudase en donar sangre.

La respuesta de ella fue inmediato que me dejó estupefacto.

(CONTINUARA)

Manuel Martínez Rosas

Periodista

CPP 2593

LIMA - PERU






3 comentarios:

miguel dijo...

buena cronica, pero el corazon late maestro

Unknown dijo...

Buena Lulo, sólo para agregar dos cosas, una que cuando estando en Quito y me enteré que nuestra madre estaba hospitalizada, nadie me queria decir lo que pasaba y pedi hablar con el medico tratante, el Dr. Mieses, asi a tanto insistir hablé con dicho médico quien me informó del mal de nuestra madre, previamente nuestra madre me dijo que no le crea al Dr. Mieses porque era una persona exagerada, Lo que hacía mi linda madre por no preocuparme. Lo segundo fue cuando después de hablar con el Dr. Mieses, le dije a Lulo "que esté preparado para todo" y él me respondió "que no estaba preparado para nada". Lulo te agradezco todo lo que hicieste por ella durante este tiempo, lástima que sólo pude estar unos dias con ella en el transito de Ecuador a México, tu viviste los momentos mas duros, aunque se sufre mucho estando lejos y no poder llegar en el momento oportuno. Abrazos

2 meses... dijo...

Hola Manolito, lindas fotos, espero la continuación con ansiedad .. SÍ es cierto, mi Tía era entrañable jamás quería que se preocupasen por ella y menos tú.
En fin
Carmen